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S. Vicente Mártir, 2 bajo. 24004 León

JUGAR ENTRE ELLOS….

La importancia de jugar entre ellos

Como monitores y educadores nos encanta programar actividades y juegos, ya que el juego es la manera perfecta de educar, entretener y divertir. Es original, es ameno, es una tarea completa que lo tiene todo. Es sencilla pero se puede complicar todo lo que queramos, sirve para pocas o muchas personas, para todas las edades… Se podría decir que el juego es la herramienta definitiva del monitor en todas sus variantes, colores y formas. Y sin embargo, ¿por qué nos cuesta tanto jugar entre ellos y con ellos?

Debemos jugar con ellos y entre ellos por muchos motivos, que se acentúan o disminuyen según las características del grupo con el que trabajemos, la edad, la realidad social o las propias variables del juego en cuestión. No es lo mismo jugar a un balón prisionero con chicos de nueve años en un campamento urbano que a un juego más complicado de pistas por toda una zona de montaña en un campamento de adolescentes. Pero es importante que juguemos con ellos.

Un primer motivo de jugar y que nos vean es el de recordarles que los adultos también nos divertimos. Que no se nos ha olvidado el niño que algún día fuimos y que a veces dejamos muy de lado por culpa de rutinas y obligaciones. Ese rato con los chicos nos puede servir para evadirnos y volver a nuestra infancia de una manera sana. Hay que normalizar que aunque vayamos creciendo nos podemos divertir de un modo sencillo. El juego no entiende de edades, no hay (o no debería haber) una distinción entre tu edad para divertirte. Es cierto que las necesidades cambian y la forma de relacionarnos también, pero la alegría que proporciona un buen rato de juegos con los jóvenes puede ser una vitamina importante en nuestras vidas cargadas de responsabilidades.

Por otro lado, jugar entre ellos es una manera de relacionarnos con ellos más informalmente, de comunicarnos, de romper el hielo, de conocerles, de descubrir talentos ocultos, de coger confianza… Al no haber más preocupaciones que las que va planteando el propio juego, es muy normal que personas que son más tímidas se suelten más, estén distraídas, se sientan integradas en la actividad y sean más propensas a todo lo que he mencionado anteriormente. Hay que saber leer esos momentos, aprovecharlos y sacarles todo el partido posible para lograr la integración y el confort máximos de nuestros destinatarios.

Hay que tener en cuenta que somos un ejemplo para ellos. Ese rol nos debe invitar a cuidar la imagen que transmitimos, para ser el mejor referente posible hacia nuestros destinatarios. No somos perfectos, pero ellos son “esponjas”, por lo que si ven que cuando jugamos cumplimos las normas, no protestamos, nos esforzamos por hacerlo lo mejor posible, fracasamos y lo volvemos a intentar, aceptamos la derrota y nos comportamos adecuadamente después de una victoria, podremos transmitir multitud de intangibles positivos casi sin darnos cuenta.

Jugar con ellos hará también que no nos vean como meros árbitros de su juego. No somos la autoridad, aunque a veces debamos serlo ya que somos sus monitores, pero si hemos preparado un juego y jugamos con ellos, en vez de limitarnos a observarlo desde fuera, el enriquecimiento será mayor. Siempre, por supuesto, sin ser los protagonistas. Estaremos más cerca del posible conflicto, el feedback será instantáneo ya que si algo no funciona seremos los primeros en verlo y, por supuesto, haremos una presencia activa que nos dará más valor como educadores. Así que, ¡a jugar!

Iván Hernández